martes, 1 de febrero de 2011

Un año completico

Hace un año que estoy en Reims. Llegué un martes 2 de febrero. Nunca pensé en la posibilidad de llegar a una ciudad francesa como ésta, cubierta de tanta historia y que a pesar de ello conserva un estilo lóbrego de pueblo, un pueblo con mucha historia habitado actualmente por menos de doscientos mil habitantes (183.837 según la wikipedia). Ubicada a 130 kilómetros de París fue la ciudad de los reyes franceses durante el medioevo. En su catedral Notre Dame de Reims Clovis o Clodoveo I, primer rey francés católico, se hizo bautizar por St. Rémi (San Remigio, en español), obispo de Reims, como muestra de la nueva alianza entre la iglesia católica y el pueblo francés. En adelante, los reyes franceses se dirigían a Reims para ser coronados por el sacerdote u obispo de turno reafirmando la alianza divina entre el imperio francés y la iglesia romana. De ahí deriva su nombre de ciudad sacra o ciudad de los reyes. El origen de Reims es interesante, existe la leyenda de que Remo, uno de los fundadores de Roma, luego de matar a su hermano Rómulo, huye a ésta tierra y funda la ciudad, dándole el nombre en su propio honor. En ésta ciudad nace el famoso pedagogo Juan Bautista de la Salle en el año de 1651, muy recordado en locombia por centros de educación básica, secundaria y superior. Reims es también famosa por sus viñedos, su champaña y obviamente las cavas de champaña que como Pommery, Veuve Clicquot, Demoiselle y otras, le han dado un prestigio nacional e internacional a la ciudad sacra. Uno de sus sitios más visitados es la Place d’Erlon, una franja peatonal donde se encuentran restaurantes, almacenes de ropa, calzado, joyerías y sitios de compra sofisticados, además de los famosos cafés franceses que en verano abren sus terrazas y alojan a infinidad de turistas y remoises (genitilicio de los nacidos en Reims) ávidos de sol y de sus pequeñas y caras tasas de café. Puedes pagar por un pequeño café alrededor de dos euros aproximadamente.

Las maletas empiezan a desempolvarse. La ropa a llenarles la barriga. Se hace inventario y el balance es positivo. Aunque creo que Reims es como una novia fea, la cual de tanto insistir nos obliga extrañarla, pero jamás a recomendarla. Esto no quiere decir que no sea de visita casi obligatoria cuando se viene a Francia, sino que para gente proveniente del trópico, acostumbrada a las altas temperaturas, al jolgorio y a la bulla, no sería un sitio muy amable para vivir. Es una ciudad demasiado tranquila que no me ha dejado indiferente, a la cual le debo agradecer su acogida. He entregado las llaves de mi habitación B205 de la Résidence Charbonneaux a Mme. Corinne, la secretaria. Se ha despedido de mí con una sorprendente emotividad. He notado sinceridad en sus palabras y en sus gestos. Esta gente, si bien al principio son cerrados al trato, al final terminan abriéndose completamente y si te aceptan te conviertes en beneficiario de su más amigable trato.

1 comentario:

Oscar Delgado dijo...

Pacho...toda partida nos trae ese dejo de nostalgia, de desarraigo...se nota que de todas maneras algo de su mercé se quedo en Reims y algo de esa lóbrega ciudad arrastraran sus zapatos hasta el fin de sus días...un abrazo.