domingo, 17 de octubre de 2010

A un año y casi dos meses......

Tras "mi" cortina
La temperatura ha caído en picada y las consecuencias respiratorias se escuchan a distancia. Los días se tornan de un gris pesado y de vez en cuando se desploma en agua. No dan ganas de nada, ni siquiera de dormir, solo de vegetar entre sábanas y alimentarse a punta de suero para mantenerse mínimamente vivo. En éste momento son las 4:20pm en Reims, siete grados de temperatura que se han mantenido desde el medio día. El sólo hecho de estar en Europa un año y casi dos meses me motivan a abandonar las sábanas de plomo para sentarme a escribir un rato. Aprovecho que la calefacción está ubicada al lado de la silla que utilizo cuando como y cuando me drogo de internet. He decidido emular costumbres europeas por eso no me bañaré hoy aunque sí he cepillado mis dientes. Algo más de un año en tierra extranjera es motivo suficiente como para tirar un poco de caspa y poco pelo sobre el teclado del computador.

La verdad, he apuntado a éste máster con la esperanza de conocer Europa y de montar por primera vez en avión. Nada de formación profesional, nada de estudios de excelencia académica ni de máster europeo con reconocimiento internacional, ni de la manga del muerto (como diría una muy buena amiga que he conocido en el máster), ni de pitos ni de flautas (como diríamos en mi tierra). En resumen, he venido a gozármela y si eso está mal pues prefiero engrosar las filas de la malignidad que seguir el teatro de opereta con el cual se quiere disfrazar la mercantilización del acto educativo. Además, los europeos con su vieja manía de sentirse raza superior llamada a hablar y a ser escuchada, se han olvidado de que el mundo también existe al otro lado de muchos mares y prefieren soslayar las diferencias y adentrarse en su propia territorialidad que a buscar intersecciones de multiculturalidad. No es generalizable lo que digo pero muchos ejemplos con los que a diario convivo me dan para pensar así y obviamente aceptar que también puedo estar equivocado de cabo a rabo.

El otro día en clase con un profesor francés, éste se sorprendía que supiéramos el cuento de la revolución francesa, abría sus ojos de incredulidad cuando mencionábamos el contrato social de Jean-Jaques Rousseau, el Cándido de Voltaire o nombrábamos a los poetas malditos de finales del siglo XIX o hacíamos alusión al enciclopedismo o impresionismo francés. Pareciera que el total desconocimiento de otras culturas, de otras latitudes, les lleva a mirar con asombro extraterrestre el conocimiento que tenemos de ellos, pero considero peor su escaso interés por encontrar o establecer en esas diferencias puntos de encuentro. Es a partir de ésta riqueza intercultural que puede construirse una verdadera acción educativa de altas calidades humanas, intelectuales y científicas sobretodo cuando formalmente se establecen alianzas internacionales con interés educativo.

Résidence Charbonneaux
Tomarse tan en serio las cosas puede acarrear problemas coronarios, no tomarlas tan en serio deja espacio para la degustación. De todo lo bueno que tiene Europa lo que más añoraría a mi regreso a Locombia es sin lugar a dudas su variada y excelente cerveza. Las hay de todos los tipos, tamaños y sabores. Bélgica, Alemania: las mejores. Un paseo por Brujas me permitió visitar uno de sus principales museos, pagar escasos y devaluados cuatro euros por conocer todo su proceso de fabricación manual así como saborear totalmente gratis una de las consentidas de casa, es algo que jamás volveré a experimentar. Encontrar cerveza hecha artesanalmente, por monjes en abadías que se dedican no sólo al rezo sino a fabricar pócimas endiabladamente exquisitas de 8, 9 y de hasta once grados de alcohol, con los sabores más diversos e impensados por empresario locombiano. Bueno, en Locombia el monopolio de Bavaria a manos de Julio Mario Santodomingo y toda su prole nos ha puesto a beber aguas que obviamente embriagan pero que de buen gusto mas bien tienen poco. Simplemente varían las etiquetas pero el contenido sigue siendo el mismo, y se han inventado un premio internacional para uno de sus más publicitados productos: Club Colombia, que para mí no tiene diferencia alguna con los demás engendros que produce éste monopolio económico. De la cerveza alemana tampoco hablar, hay que probarla para saber que a los locombianos nos siguen engañando los mismos pillos de siempre.

domingo, 10 de octubre de 2010

La voz creciente de América Latina

El siguiente texto es una columna del diario El Espectador de Colombia, escrita por William Ospina, escritor y poeta colombiano.

Hace dos siglos fuimos pioneros de la lucha contra el colonialismo, y tal vez nos tocará ser pioneros de la lucha por un nuevo modelo de civilización. Ya en todas partes se dice que el mundo está en peligro, y el peligro reposa en una idea del desarrollo que saquea la naturaleza y degrada el medio ambiente; que olvida que la ciencia tiene deberes morales y estimula la mera tecnificación sin reflexión; en un modelo que consume y derrocha, que idealiza el crecimiento y el mercado, y que al tiempo que predica la opulencia deja a media humanidad por fuera de los beneficios más elementales de la civilización.
 Dos siglos después de las independencias, sabemos que la principal justificación de la lucha por la libertad era acceder al derecho de ser originales, de ser distintos. Ahora, cuando no podemos descargar en nadie más la responsabilidad de nuestros destinos, tenemos que juzgar por nosotros mismos el modelo de civilización que se nos ha predicado y asumir la lealtad profunda de ser sinceros y de ser críticos. Hace dos siglos optamos por el privilegio de la autonomía y todo privilegio comporta una responsabilidad. No podemos aceptar servilmente el modelo, porque somos responsables del mundo que estamos construyendo.
Una nación no es una mera suma de personas sino el diálogo de un territorio con sus memorias, sus sueños y sus inventos. Un día comprendimos que no podía definirnos sólo una lengua, sólo una religión, sólo una raza, sólo una memoria cultural. Estos dos siglos nos enseñaron que tenemos lenguas, religiones, razas y memorias, no sólo leyendas del pasado sino mitos posibles, fusiones culturales, tesoros particulares de la sensibilidad, de la imaginación y del gusto. Y la libertad es la condición para que ninguno de los matices de nuestro ser sea ignorado en el largo proceso de diseñar las repúblicas.
Porque el diseño de una civilización no puede ser anterior a ella: va surgiendo de luchas y frustraciones, de sueños y utopías, de guerras y armisticios, de relatos y poemas. Hace dos siglos nuestras naciones existían menos que ahora. Pero es que, sin duda, para aproximarnos a nuestro arquetipo necesitábamos los mariachis mexicanos y los boleros caribeños, los sones y las cumbias, a Rulfo y a Diego Rivera, a Frida Kahlo y a María Félix, a Alfonso Reyes y a Carlos Monsiváis.
Necesitábamos los versos y la pasión de José Martí, el concierto barroco de Alejo Carpentier y las canciones de Benny Moré y de Celia Cruz. Necesitábamos nuestro Asturias y nuestro Palés Matos, nuestra Sonora Matancera y nuestros Trovadores del Cuyo; a Morazán y a Antonio Nariño, a Henríquez Ureña y a Jorge Isaacs; a O’Higgins y a San Martín. Necesitábamos a Barba Jacob y a Aurelio Arturo, a Carlos Fuentes y a Emiliano Zapata, a Gaitán y al coronel Aureliano Buendía, a Gallegos y a Simón Díaz, a Simón Rodríguez y a Simón Bolívar; necesitábamos a Eloy Alfaro y a Julio Jaramillo, a César Vallejo y a José María Arguedas, a Torres García y a Vargas Llosa.
¿Cómo podríamos ser quienes somos sin Antonio Colsenheiro y sin Carlos Gardel, sin Gabriela Mistral y sin Alfonsina Storni, sin Pablo Neruda y sin Jorge Amado, sin Mercedes Sosa y sin Violeta Parra, sin Herrera y Reissig y sin Lautremont, sin Jaimes Freyre y sin Pérez Bonalde, sin Cortázar y sin Martín Fierro?
Necesitábamos ser libres para ser por fin nosotros: para no ser sólo castizos, para no ser sólo católicos, para que nuestras octavas no fueran tan reales, para ser no sólo seres quijotescos sino también buscadores del Aleph y del Zahir, para aceptar que los hilos de sangre suben las escaleras, para aprender que en nuestro destino estaban las Alturas de Machu Picchu y la Biblioteca de Babel.
Pero ya es hora de que digamos que también para España y para Europa fue una suerte que los países de América Latina nacieran, porque, como sabía don Quijote, mejor que tener criados es tener interlocutores, porque con ese descubrimiento, con esa conquista, con esa colonia, y sobre todo con esa independencia el español dejó de ser una lengua local y se convirtió en una lengua planetaria, y ahora no sólo es la segunda lengua más extendida del mundo, sino tal vez la primera en riqueza, diversidad y creatividad.
Porque era necesario que América fuera libre para que surgiera con esa gracia y con esa libertad la voz que mejor ha cantado en lengua castellana, la voz que reinventó un puente entre España y América, la voz india y mestiza de Rubén Darío, y para que naciera en lengua castellana ese hombre a quien un francés ha llamado el guardián de las bibliotecas planetarias, Jorge Luis Borges.
Cuando una cultura así existe y se ahonda, confiar en el futuro es ya mucho más fácil.
William Ospina

jueves, 7 de octubre de 2010

Seminario de integración en Graná


Granada es una ciudad andaluza maravillosa. Su arquitectura, una mezcla árabe, musulmán y europea; la amabilidad de sus gentes -con contadas excepciones-, la mítica cultura gitana envolviendo miradores y calles entre paisajes sonoros que seducen al sin límite; el rasgado de sus guitarras y voces, la mágica sensualidad de las mujeres gitanas entregadas al aplaudir maravilloso de sus pies; piernas, brazos y senos sudorosos interpretando el compás flamenco de las notas altas entre palmoteos que dejan entrever rostros bravíos de pasión desenfrenada. Así se siente, así se le desea, mujer bravía, mujer gitana de garbo altivo y cejas abundantes. Algo me dice que entre arteria y vena hay componentes de su hemoglobina recorriéndome.

El Albaicín es uno de sus barrios más representativos de visita obligatoria, así como el Mirador de San Nicolás y la desentronable Alhambra, una construcción que bien sabe combinar los paisajes naturales, sus preciosos elementos y el moldear humano que en sus paredes ha dejado grabado la plasticidad de sus santas letanías.


No sobra recordar que Granada es cuna del poeta Federico García Lorca, cuya historia aún conmueve y da para hablar, descendientes de familiares directos aún viven en ésta bella ciudad andaluza. Sin restarle méritos a su trabajo dramaturgo debo decir que la calidad de su poesía no está al nivel de su popularidad. Creo que su muerte ocasionada por su condición de homosexual declarado en época de Franco le ha dado tiquete de inmortalidad sin acuse de altas calidades literarias.

Ir a Granada sin hacer un recorrido de tapas es algo que no se puede perdonar. Con un simple y devaluado euro pides una bebida: una caña (cerveza) o un tinto de verano que viene acompañado con un plato pequeño de comida, el tipo de comida depende del lugar y la hora. Con mi amigo Boris, aceptado como nuevo estudiante de cuarta generación del máster, oriundo de Cartagena de Indias, nos dimos a la sagrada tarea de ir descubriendo Granada a tiro de tapas, es decir, a golpe de cervezas, aprovechando el sol y la temperatura que nos recordaba a nuestra locombia.

Uno de los lugares que más frecuentamos fue El Salsero Mayor, una discoteca de música latina en general. La primer noche hicimos una visita esporádica. Luego regresamos dos días después con una botella de vino. Estando adentro, bailando y tomando de la botella que acabábamos de entrar fuimos sorprendidos sigilosamente por la mujer que atendía el lugar. Percibí que desde hacía rato se había dado cuenta. Cuando menos lo esperaba vimos que se acercaba a nosotros. Con tono suave y formas agradables me llamó la atención, dijo es ilógico que piensen entrar a éste establecimiento público con una botella traída de afuera, no está bien eso, Uds saben que está mal y que deben consumir lo que adentro vendemos. Le respondí mira, lo que más me gusta es tu manera al hacer un llamado de atención, discúlpanos, hicimos mal. Salimos y terminamos la botella de vino fuera del establecimiento. Camino a casa pensaba cómo resarcir lo hecho, ya tenía una idea. 

Luego de las actividades programadas y de tanta intervención de compañer@s persiguiendo notoriedad en búsqueda de representaciones que les permitan la perfecta zambullida “profesional”, vamos a una emplazada detrás del Hotel La Corrala, administrado al parecer por la Universidad de Graná, pedimos más cerveza y luego salimos rumbo a El Salsero Mayor. Cuando llegamos me acerco a la barra, hablo con la mujer, le pido disculpas y le digo mira, he venido con otros compañeros y buscando resarcirme contigo vamos a consumir hasta que nos saques de aquí. Me pregunta de dónde soy, le digo locombiano e inmediatamente lo único que suena es Joe Arroyo, Grupo Niche, Guayacán y hasta Diomedes Díaz. Tan generosa nos invita a todos mis compañeros a un “chupito”, me muestra y me sorprende con Ron Viejo de Caldas. Debo decir que además de española, es una simpática mujer que baila muy bien, no le gustan tantas vueltas sino el bailar de los latinos de la cintura para abajo, me ha dicho.

El último día del seminario, después de tanta sustentación, hemos terminado nuevamente en El Salsero Mayor. Ha sido la mejor de las noches. Lleno total y con música azotabaldosa, como nos gusta. Nada parecido ese sitio con El Cuba de Reims. Los franceses creen bailar salsa, pero ni siquiera sienten la música al bailar, prueba de eso es lo que ellos llaman salsa, lo que bailan creyendo bailar salsa. Eso merece otro capítulo aparte, o mejor, otro post.